lunes, 31 de mayo de 2010

en compañía del paquete de Camel

Abrí un ojo y estaba en compañía del paquete de Camel.

Era temprano, no recuerdo exactamente a qué hora, pero a través de la fina y raída cortina del balcón cerrado de mi dormitorio, se veía que aún tenía más fuerza la luz de la farola que la del nuevo día que comenzaba.

Recuerdo mi habitación como un cubículo diminuto, un polígono irregular de forma parecida a un embudo. La puerta acompañaba en su hermetismo al balcón lo que potenciaba en el lugar una sensación de claustrofobia asfixiante. Pese al tamaño minúsculo del cuarto, mis ojos (bastante hinchados aún por el abuso del sueño) no llegaban a distinguir la puerta; una densa y gris neblina lo cubría todo. Parecía que hubiera despertado en el Londres del siglo XIX, paseando por la noche con la incertidumbre de estar siendo observado.
Nervioso, me puse en pie y encendí la luz.
Allí estaba, sobre la mesa...
...el tabaco me miraba, hipnotizándome.

Intenté salir del dormitorio pero la puerta estaba atrancada, por algún motivo, desde el exterior. Es como si me hubieran encerrado aquí con él, a solas. Me dirigí al balcón, sintiendo el frío de la loza directamente en mis pies descalzos, pisando múltiples cosas pero no sentía dolor, solo la imperiosa necesidad de respirar aire puro. El vicio del lugar no pudo con la adrenalina, que no sin esfuerzo, me ayudó a abrir el balcón y salir al exterior. Toda la nube de humo salió expulsada ahora hacia afuera, un torbellino que giraba sin saber hacia dónde pero siempre hacia delante. Pasó a través de mi, por cada hueco que quedaba en mi cuerpo, que observaba sin poder moverse, como estaba siendo devorado.

Me cubrí la cara con las manos, para protegerme de la columna de humo que me atravesaba por cada rendija que encontraba, pude ver que mis dedos estaban tiznados de un ocre amarillento, el humo parecía haberse ralentizado sobre mi cuerpo...
...y el tabaco me estaba oliendo, hipnotizándome.

No fueron mucho más que unos segundos de pánico exagerado, tenía el corazón disparado, no se cómo pude aguantar de pie... recuerdo también ahora como me temblaban las rodillas. Pero lo estaba soportando, al menos por el momento. Volví a entrar al cuarto, decidido a salir por la puerta anteriormente inservible, pasé junto a la mesa y no vi el paquete de tabaco.... me detuve, estaba inmóvil junto a la puerta, buscándolo con la mirada... sentía cómo mi pecho volvía a su latido calmado y tranquilo poco a poco; ese respirar acompasado que parece bailar sobre el ritmo que le marca un saxo.

Una última inspiración profunda... y decisión, supongo que fueron los desencadenantes para que mi mano agarrara el pomo y con firmeza lo bajara para abrir la puerta sin ningún tipo de esfuerzo. ¿Qué había sido de la oposición encontrada anteriormente? Con la desaparición del paquete de tabaco de la mesa, también habían desaparecido las barreras que me impedían salir de esta improvisada cárcel matinal.

La suave luz que entraba por la ventana del balcón e iluminaba el pasillo se colaba sutilmente por la puerta entreabierta, me bañaba los pies. Pude entonces comprobar los destrozos causados en ellos, pisar cuanto había tirado por el suelo...huyendo despavorido hacia el balcón. No pude contener el reir, en ese momento, de mí mismo por pensar qué habría hecho acaso, ¿saltar por el balcón del segundo piso por creer que el paquete de tabaco me estaba intimidando? Desde luego... Levanté la vista mientras abría la puerta por completo y entonces lo vi, parado ante mí, en el umbral de la puerta.
Bloqueando la salida de nuevo..

Me tendía una mano, manos formadas por cigarrillos, dedos con aros de pólvora que me querían coger...
...entonces el tabaco me quiso tocar, hipnotizándome.

Mi brazo se estiró, sin comprender el porqué....agarró uno de los largos dedos con forma de cigarros y tiró de él. Sin darme cuenta ya tenía el dedo en la boca y el Camel me ofrecía fuego, con cara amigable.

...La gota de sudor caía por mi frente, deteniéndose unos instantes por cada arruga que producía mi ceño fruncido. De súbito, abrí los ojos y estaba en compañía del tabaco.

Desperté empapado en sudor, la sábana enredada por las piernas denotaba una lucha nocturna con mis sueños. Pero había despertado y estaba tranquilo. Encendí la luz del cuarto, cogí el paquetillo de Camel de la mesita de noche, encendí un cigarro y pensaba en que ahora ya estaba a salvo....

...¿o no?

5 comentarios:

  1. Ahora entiendo algunas de las frases que se pueden leeer en las cajetillas de cigars. Ejem:

    - Fumar mata
    - Fumar produce impotencia

    Lo que no sabia es que tambien probocaba transtornos del sueño. A no ser que el paquete de camel estuviera acompañado por su camellero marroqui, entonces todo se me haria mas facil de entender.

    Ansias

    ResponderEliminar
  2. jajaajaj mamona gorda que estás hecho ulio, yo que se... es el síndrome de abstinencia la sensación esa de impotencia, más que la que pone en la cajetilla.

    ResponderEliminar
  3. y por cierto, provocaba la primera con V!!!!

    ResponderEliminar
  4. Cierto buen apunte, hay que cuidar la ortografia. Zas en toda la boca.

    ResponderEliminar
  5. Muy original, voy a fumarme un cigarro mientras te sugiero que mandes algo a Icaro incombustible, relato o ilustracion.
    Un saludo!

    ResponderEliminar