jueves, 27 de enero de 2011

martes, 25 de enero de 2011

páginas montadas

esto viene a ser el quit completo de relatos / ilustraciones emparejadas según anterior/posterior










domingo, 23 de enero de 2011

contraportada


pues como bien dice el título...

sábado, 22 de enero de 2011

calada Psicológica 2 ?

aquí os dejo la posible portada final con el posible título 1:





posible portada para los relatos 2

jueves, 20 de enero de 2011

el chino bajo mi casa (parte I)


Y la noche cayó sobre Granada, y el frío hizo acto de presencia. Yo estaba sentado frente al parque del Triunfo bajo el Hospital Real, notando el frío en mi trasero, observando el danzar de la enorme bandera de España con el aire, sintiendo el frío también a través de mis ojos en esta visión.

El recién estrenado bulevar que recorre la avenida de la Constitución, severamente transitado por gente que paseaba sin preocupación, inocentes almas sin curiosidad en sus ojos que, bien acostumbrados a verla o simplemente inherentes a su belleza, no levantaban la vista para admirar ni por un momento la panorámica que las rodeaba.

Las siete de la tarde y era ya completamente de noche. Miles de luces de múltiples colores decoraban la ciudad con sus reflejos, rojas, verdes, ámbar...letreros amarillos de hoteles, letras anaranjadas que indicaban la próxima llegada de los autobuses a la parada frente a mí. Un incesante ruido de tráfico, continuo, pesado, ráfagas de aire que expulsaban los autobuses urbanos bajo el Triunfo.

El circular número once, el número veintidós con destino al campus de la Cartuja, el nueve con final en el Cerrillo de Maracena, el tres con llegada a la estación de autobuses... todos llegaban prácticamente simultáneos, frente a mí. El tránsito inundaba mis sentidos a excepción del tacto y el olfato que a causa del frío estaban bastante debilitados; manos y pies entumecidos y nariz goteante...el invierno estaba cerca y los cambios de temperatura (que en Granada siempre han sido bastante exagerados) ahora eran más grandes que nunca; maldito cambio climático pensaba mientras metía la mano en el bolsillo del pantalón buscando un pañuelo de papel sobre el que poder expulsar la torrencial cascada de mucosidad que se abría camino nariz abajo, serpenteando entre los pelos del bigote.

Miraba indiscretamente a los pequeños grupos de gente que se turnaban con los coches por atravesar la avenida. Otras veces el número de peatones aumentaba y el tráfico se hacía quizás menos denso, todo era un alboroto incesante. Jóvenes en bicicleta me pasaban rozando las piernas, parejas de enamorados paseaban abrigados hasta las orejas, motoristas con cascos, coches de policía, ambulancias mudas y otras que gritaban con sus sirenas, taxis que pasaban tras de mí libres y con luces verdes, otros ocupados con luces naranjas o rojas...me preguntaba cómo funcionarían las tarifas que marcan las luces del taxi.

La amalgama de colores creaban una atmósfera discotequera con sus continuo parpadeo, las luces blancas de las farolas iluminaban la vía; bajo una de ellas y cerca mía, una pareja de extranjeros de avanzada edad y en lo que yo entendí como inglés, me preguntaron cómo llegar a la Alhambra. Cordialmente les escupí un par de frases en lo que yo pensaba que era un inglés fluido, pero rápidamente me desengañé por las caras atónitas descompuestas de la entrañable pareja; quizás mi inglés no es tan desenvuelto como yo pensaba y los vi marcharse según la dirección que indicaba mi dedo índice.

Todavía me indigno al recordar su mirada después de escuchar mis palabras en “inglés” y es que si vienen a Granada, no aprender el lenguaje autóctono, pero joder, podrían molestarse en aprender tres o cuatro frases en español. ¿Qué pasaría si fuera a algún país de habla inglesa y me dedicara a ir preguntando cosas en mi idioma?

Los dos se fundieron con la multitud de gente y desaparecieron.

el chino bajo mi casa (parte II)


El frío seguía haciéndose más intenso a medida que avanzaba la tarde. Mis nalgas entumecidas sentadas sobre la loza de piedra de uno de los parterres no sentían nada... ¡mi culo estaba empezando a formar un solo ente con el banco!. Me empecé a liar un cigarrillo en un desesperado intento de hacer entrar en calor a mis manos. Noté, mientras le daba un gran lengüetazo a la tira de pegamento del papel, unos ojos cansados que se clavaban en mí.

A un metro escaso, una anciana de aspecto entrañable, ataviada con un chaquetón con el cuello lleno de pelos de no se qué animal color canela, guantes a juego con bolso y zapatos y ni un milímetro de su piel al descubierto a excepción de los ojos, se me acercó y me tiró unas monedas a los pies. De nada sirvió que le dijera por activa y por pasiva que no estaba pidiendo limosna, que simplemente estaba descansando, contemplando lo que se me ofrecía alrededor.
Su mirada atenta, amable y escudriñadora se volvió agria, ofensiva, insultante; no se si le sentó mal el hecho de que me negara a aceptar su limosna pero allí estaban las monedas y la viejecita bufó algo así como: “pues aféitate hijo, que pareces un mendigo y los parias perdieron.”

Por no entrar en una disputa con la anciana sobre la importancia de la buena presencia en la sociedad actual o la carencia de sentido que ésta pueda tener para mí, recogí una a una sus monedas mientras veía como a cada veinte céntimos levantados del frío suelo, una nueva arruga se intuía en su frente, más “patas de gallo” rasgaban la comisura de sus ojos mientras volvía a su cara esa mirada serena, halagadora, simpática y risueña, (no quisiera ser mal pensado, pero me dio la impresión que la mujer se estaba riendo de mí con total satisfacción por haberse salido con la suya).

Falto de orgullo, con este frío seco “granaíno” calado hasta los huesos y con un euro con cincuenta céntimos que me había ganado por sentarme en un banco de piedra y darle pena a una vieja, decidí gastarlo todo en una cerveza bien fresquita del chino bajo mi casa.

No sin esfuerzo me levanté del banco, estiré las piernas... se oyó un crujido que hizo retorcerse y dar otra vuelta sobre su mástil imperial a la enorme bandera. Me palpé las rodillas y todo estaba en su sitio, así que dirigí mis pasos hacia el cruce para peatones que había tras de mí...7....6....5....corrí para no pillar el cambio de verde a rojo en el semáforo ante la mirada indiferente de los conductores que aguardaban el cambio contrario....4...3.. 2....1.....un pequeño salto y a salvo, justo cuando una moto pasaba rugiendo rozándome el talón del pie derecho.