jueves, 20 de enero de 2011

el chino bajo mi casa (parte II)


El frío seguía haciéndose más intenso a medida que avanzaba la tarde. Mis nalgas entumecidas sentadas sobre la loza de piedra de uno de los parterres no sentían nada... ¡mi culo estaba empezando a formar un solo ente con el banco!. Me empecé a liar un cigarrillo en un desesperado intento de hacer entrar en calor a mis manos. Noté, mientras le daba un gran lengüetazo a la tira de pegamento del papel, unos ojos cansados que se clavaban en mí.

A un metro escaso, una anciana de aspecto entrañable, ataviada con un chaquetón con el cuello lleno de pelos de no se qué animal color canela, guantes a juego con bolso y zapatos y ni un milímetro de su piel al descubierto a excepción de los ojos, se me acercó y me tiró unas monedas a los pies. De nada sirvió que le dijera por activa y por pasiva que no estaba pidiendo limosna, que simplemente estaba descansando, contemplando lo que se me ofrecía alrededor.
Su mirada atenta, amable y escudriñadora se volvió agria, ofensiva, insultante; no se si le sentó mal el hecho de que me negara a aceptar su limosna pero allí estaban las monedas y la viejecita bufó algo así como: “pues aféitate hijo, que pareces un mendigo y los parias perdieron.”

Por no entrar en una disputa con la anciana sobre la importancia de la buena presencia en la sociedad actual o la carencia de sentido que ésta pueda tener para mí, recogí una a una sus monedas mientras veía como a cada veinte céntimos levantados del frío suelo, una nueva arruga se intuía en su frente, más “patas de gallo” rasgaban la comisura de sus ojos mientras volvía a su cara esa mirada serena, halagadora, simpática y risueña, (no quisiera ser mal pensado, pero me dio la impresión que la mujer se estaba riendo de mí con total satisfacción por haberse salido con la suya).

Falto de orgullo, con este frío seco “granaíno” calado hasta los huesos y con un euro con cincuenta céntimos que me había ganado por sentarme en un banco de piedra y darle pena a una vieja, decidí gastarlo todo en una cerveza bien fresquita del chino bajo mi casa.

No sin esfuerzo me levanté del banco, estiré las piernas... se oyó un crujido que hizo retorcerse y dar otra vuelta sobre su mástil imperial a la enorme bandera. Me palpé las rodillas y todo estaba en su sitio, así que dirigí mis pasos hacia el cruce para peatones que había tras de mí...7....6....5....corrí para no pillar el cambio de verde a rojo en el semáforo ante la mirada indiferente de los conductores que aguardaban el cambio contrario....4...3.. 2....1.....un pequeño salto y a salvo, justo cuando una moto pasaba rugiendo rozándome el talón del pie derecho.

1 comentario:

  1. mmmm
    una historia, en 2 partes para que las imágenes cuadraran en el sitio que corresponden porque no se hacerlo de otra manera principalmente

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